Adolfito, un nene tierno como ningún otro nene. Dulce como esas Madalenas rellenas, fresquitas, recién sacadas del horno...
Era tan pero tan tranquilo que su diversión diaria era pescar, agarraba su mojarrera, chiquita, ponía la carnada y tiraba en busca de su presa: la propia diversión, porque pescar, pescar, no iba a pescar ningún pez más que los que se imaginaba, porque Alfredito pescaba peces de sueños en el living de su casa sentadito en el sillón acolchadito...
Era
tan ingenuo que un día los papás decidieron que, habiendo cumplido los
más aniñados 10 años, y acercándose la Navidad con su aroma a jazmín, ya
era hora de enterarse de que Papá Noel no existía...
Abrieron la ventana, se veía el jardín florecido, lo sentaron en el sillón en donde solía pescar y le dijeron:
-
Adolfito, papá y mamá queríamos decirte algo... Queríamos contarte
que Papá Noel, ese que tanto esperás que baje por la chimenea, ese que
deseás ver cada 25 a las doce, no existe, somos nosotros los que en cada
Navidad ponemos debajo del árbol los regalos que tanto pedís... Te
escuchamos, hacemos que escribas la cartita para mantener la magia, pero
la realidad es ésta!
Adolfito, con una mirada tierna y
la cara iluminada, medio tapada por los rulos que le caían sobre ella,
les respondió con un tono suave y esperanzado: no importa mamá, por lo
menos todavía me quedan Los Reyes!
Al que hoy lleva toda esa ternura bajo un disfraz de HOMBRE...
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