Fea

No es nada fácil ser fea. Lo considero una de las cosas más difíciles que tenga que sostener una mujer a lo largo de la vida

No solamente es feo para ella, sino también para los padres, ya que al momento de nacer tu primer hijo, lo que esperás es que todo el mundo te diga lo linda que es!, pero no. En tu caso no. Parientes, amigos y demás transeúntes del pasillo de la clínica en donde naciste se encargaban, con ansias, de resaltar lo buenita que eras, lo calladita, cuánto pelito tenías, tus dedos de pianista... Pero nadie se atrevía siquiera a profesar la mayor de las mentiras.

Para los abuelos también es difícil. Y en tu niñez, cuando leés cuentos de hadas y princesas, cuando le preguntás al espejo encantado: Espejito espejito, quién es la más bonita? El espejo por más encantado que estuviera ni por puta te iba a responder: vos querida!

Al llegar a la etapa escolar se presentan también ciertos problemas. En el jardín la maestra siempre le presta más atención a la nena de las trenzas rubias, a la de la hermosa sonrisa, a la que tenía el lunar al lado del ojito celeste... Pero a vos, nada! Me acuerdo todavía hoy el día en que le regalé un chocolate a Juan y me respondió con un Gracias fea!, o cuando me comparaban con la chilindrina... ¿en qué me parezco? ¿si ni lentes uso? (en ese entonces no los usaba, la vida también, con el tiempo, te juega sucio)

Ya en la primaria, en vez de elegirte para hacer de dama antigua, te ponían vendiendo mazamorra caliente, esa que te quemaba los dientes, tan caliente como el corcho quemado que te pasaban en la cara para pintarte de negra (aprovechado para disimular imperfecciones, TODA LA CARA).

Al ir creciendo se va poniendo más fea la cosa (literal), empiezan las miradas de amor, los flechazos de cupido, los besos a escondidas, el caminar de la manito... Empiezan, pero no para vos. Vos ahí vas a empezar a ir formando tu personalidad. Es ahí mismo cuando te vas a transformar en la persona que sos. En la buena amiga, la que siempre está para darte una mano cuando lo necesitás.

Cuando todos los compañeritos de escuela están preguntándoles a las nenas si quieren ir con ellos al malón de Valentina, a vos Mariano te pregunta si sabés si Estelita gusta de él. El malón (o farándula, auto-ubíquese temporalmente) es todo un tema para desarrollar, ya no te invitaron para ir acompañada, igual, como sos divina, decidís ir, pero sola (estigma que te acompañará en los años siguientes como amigo fiel). Tu mamá te lleva, te deja en la puerta de la casa, tocás el timbre, se abre la puerta y todos te miran, pero con cara de "ah, era ella..."

Llega el momento de bailar y vos te hacés la tonta, esperando que alguien, alguno, uno, el gordo al menos te saque a bailar, nada... Ni el gordo va a ser tan arriesgado.

Ya con 15 años, ni un beso te dieron, llega la fiesta, esa fiesta en donde se supone que todas las nenas son princesitas de cuento, yo con esta cara ni loca hago fiesta! Pelea familiar (estuvieron ahorrando años para darse el gusto y los dejé sin el pan y sin la torta). ¿Te imaginás bailando el vals con esa cara? ¿te imaginás no poder elegir una puta foto de las mil quinientas que te sacó el fotógrafo? Para colmo en ese entonces no existía el Photoshop, ahora las pendejas cuentan con otros beneficios por suerte.

Ir a bailar en la adolescencia fue todo un acontecimiento, mientras todas mis amigas se super producían y buscaban mostrar todo lo que la naturaleza les había regalado, yo buscaba qué ponerme para esconderme! Tratar al menos de pasar desapercibida... Y, naturalmente, todas se iban con alguien, yo, con el pelado que manejaba el coche negro con cartelito de libre... (Hasta que me compré el auto, sólo para no sentir la necesidad de pensar en que nadie me iba a llevar)

La adolescencia madura me encontró siendo la mejor amiga de mis amigos hombres y la más tierna entre mis amigas mujeres. Todos recurrían a mi para pagar cuentas, hacer colas en bancos, pedirme consejos sobre a quién invitar a salir, qué películas mirar, qué comida romántica cocinar y cómo ambientar la casa.

En mi vejez prematura puedo decir que la fealdad es una actitud, hay que llevarla con naturalidad. Sigo sóla, pero todos estos años en donde me empleaban no por mi aspecto físico sino por mi intelecto (cosa que me llevó a estar en una muy buena posición económica) me hicieron ahorrar, y ahora ya sé en qué invertir mi dinero...

Me pongo lolas y... ¿A quién le va a importar mirarme la cara?!!!

                                                                                                                       Jim...